Muchos libros, muchas voces y un poco más.
En París está doña Alda, la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella para bien la acompañar:
todas visten un vestido, todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa, todas comían de un pan.
Las ciento hilaban el oro, las ciento tejen cendal,
Hijo nací segundón
de un hidalgo pobretón;
y se la fiebre amarilla
no barre media Castilla,
no espero ninguna herencia.
¡Paciencia!
Cuando veo a una pareja de jóvenes
y adivino que él se la tira y que ella
usa un dispositivo o toma pastillas,
sé que ése es el paraíso