Una biblioteca de audiolibros y poesía
Por encima de estanques, por encima de valles,
de montañas y bosques, de mares y de nubes,
más allá de los soles, más allá de los éteres,
más allá del confín de estrelladas esferas,
Te ando buscando, amor que nunca llegas;
te ando buscando, amor que te mezquinas.
Me aguzo por saber si me adivinas;
me doblo por saber si te me entregas.
Escribo poemas
converso
cuento cuentos
veo películas.
Ah, el poema de León Felipe
'en Auschwitz en la soledad de un niño muerto de frío
rumbo al matadero igual que un pollo pelado
se callan todos los violines!'.
Escribo poemas
converso
Que estás en la tierra Padre nuestro,
que te siento en la púa del pino,
en el torso azul del obrero,
en la niña que borda curvada
la espalda, mezclando el hilo en el dedo.
Padre nuestro que estás en la tierra,
en el surco,
en el huerto,
Hijo mío, hoy van a salir todas las serpientes de sus cuevecitas: unas vendrán del Norte, otras vendrán del Sur, otras vendrán de los países del Nunca; saldrán del agua, del cieno, del oro, del corazón.
Asusta que la flor se pase pronto.
Asusta querer mucho y que te quieran.
Asusta ver a un niño cara de hombre,
asusta que la noche...
que se tiemble por nada,
que se ría por nada asusta mucho.
Asusta que la paz por los jardines
Agosto de 1920
Se ha puesto el sol. Los árboles
meditan como estatuas.
Ya está el trigo segado.
¡Qué tristeza
de las norias paradas!
Trazo, solo, en mi cubículo de ingeniero, el plano,
firmo el proyecto, aislado aquí,
remoto hasta de quien yo soy.
Al lado, acompañamiento banalmente siniestro,
el tic-tac que estalla de las máquinas de escribir.
¡Qué náusea de vida!
Iba un día con su abuelo
paseando un colegial,
y debajo de un peral
halló una pera en el suelo.
Mírala, cógela, muerde,
mas presto arroja el bocado
que muy podrido de un lado
estaba, y del otro verde.
Hoy vuelvo a la ciudad enamorada
donde un día los dioses me envidiaron.
Sus altas torres, que por mí brillaron,
pavesa solo son desmantelada.
Está bien que se mida con la dura
sombra que una columna en el estío
arroja o con el agua de aquel río
en que Heráclito vio nuestra locura.
Mucho hace el que mucho ama.
(Kempis, lib. I, cap. XV)
I