Muchos libros, muchas voces y un poco más.
Era mucho más fácil
Lo más fácil era soltarlo todo
y echar a volar,
sin avisos, sin maletas, sin sombrero,
sin alas, sin hambre de carnicero.
Era marcharse a cualquier otro lugar
inevitablemente dentro de este sitio.
El sol de la timidez
me lame la nuca,
eriza las ideas
en atascado fluir del verbo,
lengua sin idioma,
paladar sin verso.
¿A qué sabe un poema?
¿De qué color son los sueños?
Blanco, amarillo, violeta
amargo, si no es compartido.
Desde la rama del ciprés dormido
el dulce ruiseñor canta a la luna
y la invita a bajar hasta su nido.
Ya ves qué casto amor tan sin fortuna...,
y eso que el ruiseñor, en un descuido,
puede llegar volando hasta la luna.
Avidez que descubro en mis pupilas
como fiera encerrada por un íntimo azar.
Atracción de aquel fuego, el espejismo
despliega sus arenas ante el mar del verano,
ante el vuelo de pájaros que anuncian
el diálogo furtivo de dos cuerpos.
Cuando se agota la paciencia,
siempre cae de ningún lado esta guerra.
Yo también quiero un jardín jugando
a las muñecas, una casa de madera limpia,
de aire fresco y ventanas de seda.