Muchos libros, muchas voces y un poco más.
No sé jugar a nada.
Ahora parece que la niebla
cumple su compromiso de forrarme las manos.
Es lo que tiene ir de avispada,
perderse en casas grandes,
imaginarse entera desde el principio.
Me hablan de mi vida
quienes la desconocen
Del resplandor de rosas ruborosas
de convexos contornos carmesíes,
de perfiles enhiestos en rubíes
y de lentas magnolias temblorosas,
de voltaicas vidrieras acuosas,
de topacios en jades genolíes,
de zafiros incisos sobre síes,
El cielo está en calma, la tarde serena,
y el sol declinando;
y al valle tranquilo dirigen su vuelo
las aves de paso.
Se ignoran sus nombres, que vienen de lejos,
de climas extraños,
y todos las miran, mas nadie conoce
las aves de paso,
Aunque nada sostiene la esperanza que canto
yo sumo aquí las sílabas del amor que te tengo
casi a tientas y pido que su fuego y su música
prendan el ruiseñor prisionero en tu torso.
Qué tiempo del alma
es éste que en la tarde, infinitamente, transparece
unas islas?
O es setiembre, sólo,
el que sueña sus espejos, abismándolos, aún,
al nivel del confín
que no termina, a su vez, de ser absorbido por el mismo
vacío?