Muchos libros, muchas voces y un poco más.
Aunque nada sostiene la esperanza que canto
yo sumo aquí las sílabas del amor que te tengo
casi a tientas y pido que su fuego y su música
prendan el ruiseñor prisionero en tu torso.
Qué tiempo del alma
es éste que en la tarde, infinitamente, transparece
unas islas?
O es setiembre, sólo,
el que sueña sus espejos, abismándolos, aún,
al nivel del confín
que no termina, a su vez, de ser absorbido por el mismo
vacío?
Yo soy aquél que no se fue de casa,
que se quedó a morir, a marchitarse
en el hogar materno, en el regazo
de su miedo a vivir, y nunca supo
a qué sabe la vida estando lejos.