Muchos libros, muchas voces y un poco más.
Qué podré yo decirte, dulce amada,
joven virgen que no conoces
en un cielo cerrado, suaves roces,
el peso del amor, noche entregada.
Traumatismo de amor con gasa y venda,
esparadrapo y algodón, y yodo.
Quien haya amado y sepa, que comprenda...
Yo no puedo decirlo de otro modo.
Como era ciego y le cerré mi tienda
y llovía, al caer, cayó en el lodo;
le salpicó de sangre la contienda
A José Gorostiza
Yo también hablo de la rosa.
Pero mi rosa no es la rosa fría
ni la de piel de niño,
ni la rosa que gira
tan lentamente que su movimiento
es una misteriosa forma de la quietud.
Nací
en un tiempo triste y en un triste país
donde las cosas bellas tenían nombres feos
donde pecado
era el nombre que daban al amor y donde
tristes gentes hablaban de la guerra y se tocaban
el sexo en las tinieblas y con prisas furtivas
Hoy todas las palabras me vinieron a ver.
Iban todas vestidas y yo las desnudé.
Tenían agua dentro y yo se la quité.
Bebí toda su agua y me quedó su sed.
No me quedó su habla: me quedó su mudez.
De otro fue la palabra antes que mía
que es el espejo de esta sombra, y siente
su ruido, a este silencio, transparente,
su realidad, a esta fantasía.
Habitaciones dolientes de esta casa mía entre los pinos
Cuyas puertas se abren con sed a las estrellas
Hay en ellas una madre y una esposa suave
Cuya permanencia en el polvo es como un viejo
Plato de frijoles, una nube o una fruta antigua.