Muchos libros, muchas voces y un poco más.
Iba solitario como una nube
que flota sobre valles y colinas,
cuando de pronto vi una muchedumbre
de dorados narcisos: se extendían
junto al lago, a la sombra de los árboles,
en danza con la brisa de la tarde.
¡Vendo estrellas al peso! Linda cosa.
Pero te costará poco dinero.
Música, sueño y beso y lira y rosa,
y un buen “stock” de luna y de lucero!
¿Cómo? ¿Diez? ¡Qué más da! No está en el precio
la razón de la venta, y mucho o poco,
Amor, amor, amor, la savia suelta,
el potro desbocado, amor, al campo,
la calle, el cielo, las ventanas libres,
las puertas libres, los océanos hondos
y los escaparates que ofrecen cuando hay
que ofrecer al deseo de los vivos.
¡Y pensar, conmovido corazón,
Que algún día nefando, los gusanos
Han de roerte tus orgullos vanos
Y emponzoñar tu fuente de emoción...!
En los postreros días del invierno
las claras lluvias alzan del abismo
un velo luminoso. Despejados espacios
flotan sobre las aguas invernales,
y un recóndito prado verdeante
surge ligero. Entonces una sombra
graciosamente andando reaparece
La comparsa ríe
bajo la multiplicación
de una nube.
El muro es amuleto
de la lluvia.
Libre de presagios,
depositas tu cadáver
en un tajo de memoria.
Las burbujas incrustan
rehenes de dolor,
escorial de llagas.
¿Me condenas