Muchos libros, muchas voces y un poco más.
Tomaron un pequeño apartamento
al calor de la historia que empezaba
en un pueblo radiante de la costa.
Las familias miraban de reojo
su dulce suficiencia,
su ambigua cercanía cuando tomaban sol,
los leves empujones en la orilla
En los frescos lagares duerme el zumo oloroso
de las uvas maduras. Turbador, amoroso,
es el vapor que sube de los frescos lagares.
¡Y tu aliento oloroso como los azahares!
Mí esperanza, yo sé que tú estás muerta.
No tienes de los vivos
más que la instable fluctuación perpetua;
no sé si un tiempo vigorosa fuiste,
ahora, estás muerta.
Te han roído quién sabe
qué larvas metafísicas que hicieron
Son seres grises,
inequívocamente masculinos,
que lo mismo me envían
algún ramo de rosas
con cuatro plenilunios de retraso,
que intentan sorprenderme
al llegar en su lata
(léase coche) último modelo
donde se sienten mágicos.
Señores del sur
he comprometido mis raíces con ustedes
mi palabra llegará como un río
a recoger la tierra y su origen
Llámenme agricultor
cuando el trigo se despierte
cuando cruja la semilla
y el invierno se levante en una mano
La casa es como un pájaro
prisionero en sí mismo,
que no medirá nunca
la longitud del trino.
Encarcelada ella
que no yo, pues la habito
conociéndola, y pongo
mi cuidado y mi tino
en algo que no sabe
ni sabrá de mi cuido.
Delinquiría
de leso corazón
si no anegara con mi idolatría,
en lacrimosa ablución,
la imagen de la párvula sombría.