Muchos libros, muchas voces y un poco más.
Sentarse los dos a la orilla del agua que pasa
y verla pasar. Si se desliza una nube en el espacio,
verla, los dos, deslizarse.
Si en el horizonte humea un tejado de paja,
verlo humear.
Si alguna flor perfuma los alrededores,
perfumarse en ella también.
Ningún vestigio tan inconsolable
como el que deja un cuerpo
entre las sábanas y más
cuando la lasitud de la memoria
ocupa un espacio mayor
del que razonablemente le corresponde.
Solícito el silencio se desliza
por la mesa nocturna,
rebasa el irrisorio contenido del vaso.
No beberé ya más hasta tan tarde.
Otra vez soy el tiempo que me queda.
Detrás de la penumbra
yace un cuerpo desnudo
y hay un chorro de música insidiosa
Hay un vacío en el que no se oyen las zapatillas.
Y otro más profundo: el que disuelve nuestras manos.
Y nuestro cuerpo. Y sólo flotan unos ojos
que no lo parecen. Aunque daría lo mismo
porque ya no pensamos con palabras
que todo lo confunden.
Founderous wilding weeds endear paradise.
Louis Zukofsky
Los impactos de luz no son el día,
aunque canten la vida que no sé
y haya un sol tan extraño
que aspire a serlo sin palabras, sin
viejos nombres, sin furia, sin misterio,
Donde, como una almohada sobre un lecho,
una Preñada ribera se erguía
para que las violetas reclinen sus cabezas,
nos sentamos los dos, cada uno lo mejor del otro.
No busques nada nuevo, ¡oh mi canción!;
nada hay oculto bajo el rascacielo,
nada en la máquina que sube al cielo,
nada ha cambiado desde Salomón.
Ella tiene la gracia seductora
que a mí me enloqueció.
Ella tiene, en los ojos, del lucero
la limpia irradiación.
Ella tiene un hoyuelo en la mejilla
que amante le dejó
al besarla, prendado de sus gracias
el travesuelo dios.