Una biblioteca de audiolibros y poesía
Llegó el día de dejarla
porque así lo quiso Dios.
Le di un beso y un adiós
y me marché sin mirarla.
Porque si otra vez la miro,
no me marcho de su lado
sin antes haber dado
ante mí el postrer suspiro.
Una paloma blanca,
que del cielo bajó,
con tu carta en el pico
y en la carta una flor.
Caminitos de aire,
caminitos de sol;
como un ángel pequeño
la paloma de Dios.
Abeja blanca zumbas -ebria de miel- en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
De nuevo Fernando Pessoa, esta vez disfrazado de él mismo
I
Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en su tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida armonía.
Inútil la fiebre que aviva tu paso;
no hay fuente que pueda saciar tu ansiedad,
por mucho que bebas…
El alma es un vaso
que solo se llena con eternidad
Quiero escribir, pero me sale espuma,
Quiero decir muchísimo y me atollo;
No hay cifra hablada que no sea suma,
No hay pirámide escrita, sin cogollo.
Quiero escribir, pero me siento puma;
Quiero laurearme, pero me encebollo.
Huye del triste amor, amor pacato,
sin peligro, sin venda ni aventura,
que espera del amor prenda segura,
porque en amor locura es lo sensato.
Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.
Tan alta, sí, tan alta
en revuelo sin brío,
la rama el cielo prometido anhela,
que ni la luz asalta
este espacio sombrío
ni su divina soledad desvela.
Hasta el pájaro cela
al absorto reposo
su delgada armonía.
¿Qué trino colmaría,
Al fin y al cabo ya estás harto de este mundo antiguo
ah torre Eiffel pastora esta mañana bala tu rebaño de puentes
estás cansado de vivir todavía en la época de griegos y romanos
hasta los autos más modernos te parecen antiguos
Agranda la puerta, Padre
porque no puedo pasar;
la hiciste para los niños,
yo he crecido a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar.