Muchos libros, muchas voces y un poco más.
Dos de la madrugada. En trémula zozobra;
los silencios, vivientes; la oscuridad sin borde;
cuando la fuerza falta y la tristeza sobra,
en soledad infinita para estar más acorde.
Me cago en Dios
& en todos sus muertos
Me cago en la hostia
& en coñito de la virgen
Me cago en los muertos
Del Dios de Dios
en la soberbia de Federico Nietzsche
en el cuerpo tembloroso e mi alma
& en las ortigas al aire del ateo
Alguien pasa y pregunta
por los jazmines, madre.
Y yo guardo silencio.
Las palabras no acuden
en mi ayuda, se esconden
en el fondo del pecho, por no subir vestidas
de luto hasta mi boca,
y derramarse luego
en un río de lágrimas.
Madrid, castillo famoso
que al rey moro alivia el miedo,
arde en fiestas en su coso,
por ser el natal dichoso
de Alimenón de Toledo.
Oh, sí, la vida es como un bosque.
Un bosque donde un día entramos confiados.
Un bosque interminable
que sólo acaba cuando creemos liberarnos de sus torpes lianas,
de sus cicutas híbridas
y de la saeta cómplice y venenosa de sus flores.
Nací
en un tiempo triste y en un triste país
donde las cosas bellas tenían nombres feos
donde pecado
era el nombre que daban al amor y donde
tristes gentes hablaban de la guerra y se tocaban
el sexo en las tinieblas y con prisas furtivas
Vosotros estaréis aquí esperando mi muerte
Y yo os diré:
Recoged esta voz,
Lanzadla a cualquier sitio,
Escondedla en el último rincón,
Yo estaré libre nutriéndome de nuevo.