
Muchos libros, muchas voces y un poco más.
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En ellos uno escoge
casi arbitrariamente un objeto
cálido, apetecible, curvilíneo
para fantasear sobre él
(a veces
ni siquiera es preciso el objeto:
impenetrables los caminos de Narciso).
Más allá de las islas Filipinas
hay una, que ni sé cómo se llama,
ni me importa saberlo; donde es fama
que jamás hubo casta de gallinas
hasta que allá un viajero
hoy creo todo falso
en este amor de humo
desde los dos estanques
vidriados de tus ojos
donde se inmovilizan mis pupilas
hasta la realidad emocionada
de tus dos manos infinitas
Vamos a hablar claro. Otra vez.
Aunque no quede bonito. Aunque no nos vayan a coger
para un telediario (o mejor dicho, gracias a eso).
Vamos a decir lo que vemos. O mejor, lo que no vemos
por ningún sitio.
Vemos un puñado de peces esparcidos por el suelo,