Muchos libros, muchas voces y un poco más.
El son del viento en la arcada
tiene la clave de mí mismo:
soy una fuerza exacerbada
y soy un clamor de abismo.
Entre los coros estelares
oigo algo mío disonar.
Mis acciones y mis cantares
tenían ritmo particular.
La oscuridad del cielo adquiere perspectiva
por los astros que brillan entre nubes dispersas,
y es bello contemplarlo, y peligroso;
el crepitar de leña que nos sugiere el sexo,
canciones de acampada y juventud
dispuesta a emborracharse
En el camino de los perros mi alma encontró
a mi corazón. Destrozado, pero vivo,
sucio, mal vestido y lleno de amor.
En el camino de los perros, allí donde no quiere ir nadie.
Un camino que sólo recorren los poetas
cuando ya no les queda nada por hacer.
Está ya oscurecida la hermosura;
los árboles desnudos
se mecen en la sombra,
y un gran silencio vela suspendido.
Desvelado, yací en los brazos de mi propio calor y escuché
una tormenta que paladeaba su condición de tormenta en la oscuridad invernal
hasta que mi oído, como ocurre cuando estoy medio dormido o medio sobrio,
se afanó en desentrañar ese alboroto exclamativo,
¡Qué prueba de la existencia
habrá mayor que la suerte
de estar viviendo sin verte
y muriendo en tu presencia!
Esta lúcida conciencia
de amar a lo nunca visto
y de esperar lo imprevisto;
este caer sin llegar
es la angustia de pensar