Muchos libros, muchas voces y un poco más.
Desde la rama del ciprés dormido
el dulce ruiseñor canta a la luna
y la invita a bajar hasta su nido.
Ya ves qué casto amor tan sin fortuna...,
y eso que el ruiseñor, en un descuido,
puede llegar volando hasta la luna.
¿Juegas?
Si pudiera decir las olas
que surcan las quillas de mi nube
se hundirían las anclas,
los camarotes y hasta el biruje.
¿A quién conoces viajero?
No levanta la cara del mapa,
náufraga mirada entre letras,
bordes y corrientes de nácar.
No, no estoy especialmente orgulloso
de tantos juguetes de fábrica,
ni del nuevo milagro intelectual como
solución a todas las facturas.
Como si el amor,
como si la vida,
reducidos a este
casi todo, casi juntos,
casi siempre.
Ella, aquella lejana
forma de expresión,
balanza en equilibrio
de días fugaces,
de atmósferas infinitas.